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Era joven, era bella, era talentosa y la amaban apasionadamente. Pero su vocación y su arrojo la llevaron a encontrar una muerte espantosa.

Gerda Taro era el seudónimo de la primera fotoperiodista de guerra de la historia y también la primera en morir trabajando. Había nacido en Stuttgart, Alemania, en 1910, bajo el nombre de Gerta Pohorylle.

Fue una alumna brillante, que destacó en ciencias naturales e idiomas. Por su familia burguesa de origen judío Gerda frecuentaba los círculos intelectuales, en los que pronto resaltó por su belleza, desenfado y su carácter incisivo y provocador, poco usual en las jóvenes de esa época.

Aunque nunca se implicó en política, Gerda solía participar en grupos que se oponían al fascismo, el racismo y la dictadura.

Cuando los nazis ascendieron al poder fue detenida durante unos días y decidió huir a Paris.

Allí conoció a André Friedman, un seductor judío húngaro conocido por las excelentes fotografías que había tomado de Trotsky. André le enseñó el arte de la fotografía y enseguida comenzaron a vivir una impetuosa historia de amor.

Juntos inventaron un personaje, Robert Capa, un imaginario profesional norteamericano que enviaba trabajos desde Nueva York. Con esa firma lograron vender los trabajos de ambos indistintamente, obteniendo pingües beneficios.

Eran tiempos difíciles pero fascinantes, la década de los 30 en el París de Ernest  Hemingway y Henry Miller, donde los artistas pasaban hambre y penurias pero en el que las ideas bullían con la efervescencia de un paraíso intelectual.

Gerda y André frecuentaban el círculo de los Malraux, Walter Benjamin, Arthur Koestler, Bertoldt Brecht, Nizan y Aragón. Todos compartían fraternalmente las largas horas de discusión y los gastos de consumición en los cafés de Montparnasse, pagando algunos por los que no tenían recursos suficientes.

El 18 de julio de 1936 estalló la Guerra Civil Española y la revista Vu decidió enviar a Gerda y a André al frente , que estaba en Barcelona, en una pequeña avioneta, tan sólo munidos de una cámara Rolleiflex y de una Leica.

Poco antes de arribar a destino el avión se estrelló, aunque ambos consiguieron salir ilesos, por lo que a partir de entonces alardearon de ser ‘invulnerables’. Con apenas algunos rasguños consiguieron llegar en coche a Barcelona.

Allí fotografiaron las Brigadas Internacionales, los campesinos, los milicianos, las barricadas y los soldados que partían al frente. También los primeros muertos. Fotos que se publicaron bajo el nombre de Robert Capa, luego con los de Capa y Taro, y más tarde cada uno firmó con su nombre.

El material era luego enviado a revistas francesas de izquierdas como Regards, Vu y Ce Soir, así como a algunos medios norteamericanos. Ambos se implicaron intensamente en la contienda, convirtiéndose en fervorosos partidarios de la República.

Juntos recorrieron varios frentes de guerra, como Cataluña, Aragón, Andalucía o Madrid, a pesar de que habían comenzado a surgir algunas fricciones en la pareja: Capa quería casarse pero Gerda no, porque prefería ser libre.

En el hotel de los corresponsales extranjeros, en Madrid, conocieron a intelectuales como Rafael Alberti y María Teresa León, Hemingway (al que Gerda detestaba) y Dos Passos (al que adoraba).

Todos admiraban a aquella joven pelirroja, bella, inteligente e intrépida, que cada noche cantaba y bebía a la par de ellos y por la mañana madrugaba para ir al frente. Alberti dijo de ella que “arrastraba la alegría del peligro y la sonrisa de una juventud inmortal”.

En junio de 1937 Robert Capa regresó a París para vender las últimas fotos y preparar un viaje a China, al que se uniría Gerda unas semanas después.

Se despidieron sin saber que ya no volverían a verse…

Un día de julio de calor agobiante continuó librándose en Brunete, en los alrededores de Madrid, la crucial batalla comenzada semanas antes, en la que las fuerzas republicanas habían logrado avanzar con éxito.

Gerda, con una  cámara de fotos Leica y otra de cine Eyemo, había trabajado febrilmente toda la mañana. Saltando de trinchera en trinchera, había tomado las que serían las mejores fotos de su vida, un testimonio implacable de la ferocidad y el dramatismo humano de la guerra.

Ella, la más valiente, la que siempre desafiaba a Robert Capa a acercarse un poco más, a arriesgar un poco más, iba acompañada por Ted Allan, un enamorado médico de las Brigadas Internacionales que la seguía aterrorizado.

Pronto llegó la contraofensiva franquista y los combates se recrudecieron. El general Walter, polaco como Gerda, los invitó a marcharse ante el inminente peligro. Pero ella se negó: todavía tenía fotos por realizar.

Bajo la implacable metralla de los aviones Stukas y Heinkel de la Legión Cóndor alemana, las tropas republicanas comenzaron a replegarse.

El coche del general Walter iba repleto de heridos, que Gerda y Ted ayudaron a evacuar. Como no quedaba lugar para ellos, se subieron al estribo del coche y así avanzaron penosamente por el abrupto terreno.

Súbitamente, un tanque retrocedió y rozó el vehículo. Gerda cayó y el tanque le pasó por encima a la altura de la cintura y los muslos, destripándola.

Fue trasladada con celeridad al hospital inglés de El Goloso de El Escorial.  Gerda iba sosteniéndose los intestinos con las manos…

Allí sólo pudieron hacerle una transfusión y darle morfina, para que sus últimas horas transcurrieran sin dolor.

Gerda no se quejaba, sino que le preguntaba una y otra vez a la enfermera norteamericana dónde estaban sus cámaras, si su material se había salvado.

Falleció pocas horas después, en la madrugada del 27 de julio de 1937, días antes de cumplir su 27º cumpleaños.

Avisaron a Rafael Alberti, que fue a recoger su cuerpo al hospital, para transportarlo al lugar del velatorio, el Jardín de Invierno de la Alianza Francesa en Madrid.

Por allí desfilaron, para darle el último saludo, milicianos, obreros, jefes militares, intelectuales y artistas. Días después fue enterrada en el Cementerio de Père-Lachaise de París, con todos los honores debidos a una heroína republicana, en una tumba esculpida por Giacometti.

La batalla de Brunete, la más sangrienta de la Guerra Civil Española, había terminado sin un vencedor claro pero con numerosísimas bajas, otro desenlace pírrico de la Historia.

Mientras, Robert Capa (André) continuaba en París, preparando el viaje al frente chino-japonés, otra excitante aventura a compartir con Gerda.

Fue en la sala de espera de un dentista, en la tercera página de un periódico, dónde descubrió que su amada había muerto.

Se hundió entonces en una larga depresión, de la que salió meses después para continuar retratando guerras durante diecisiete años, acercándose cada vez más al peligro, como si buscase la muerte. Finalmente, en 1954 la encontró, al pisar una mina durante el conflicto indochino.

En los años siguientes las fotos de ambos se publicaron mezcladas, por lo que las de Gerda perdieron, poco a poco, su identidad. Su nombre cayó en el olvido…

Sólo el esmerado trabajo de la historiadora Irme Schaber y su búsqueda minuciosa en innumerables archivos lograron identificar más de 300 fotos de Gerda, que fueron expuestas en Nueva York en 2007.

A las que se sumaron los más de 3.000 negativos hallados en la “valija mexicana” (una fascinante historia aparte), que habían sido abandonados por Capa en París cuando la invasión alemana y que aparecieron milagrosamente en México 70 años después.

En ellas se puede ver todo lo que desfiló ante los ojos de Gerda y que ella captó antes de morir: soldados bajo las bombas, camiones que explotan, humo, sudor, sangre y valor…

El nombre de Gerda Taro había sido olvidado, pero regresó al lugar de honor que merece en la historia del fotoperiodismo bélico. Cada una de sus imágenes, obtenidas a golpes de coraje, son testimonios que documentan el horror de la guerra y el coraje de los combatientes.

Este 27 de julio se cumplen 80 años de su trágica muerte.

Para recordarla como a la gran heroína antifascista que fue,  el coro de las Brigadas Internacionales cantará En pos de la vida, la canción del Frente Popular que ella solía entonar alegremente en París…

 

 

Estamos viviendo un momento único, mágico, en la historia, sólo comparable a cuando los copistas del Medioevo se toparon con la invención de la imprenta.

Es la primera vez que la información, el conocimiento y la cultura están al alcance de cualquiera que esté conectado a Internet.

Las conclusiones de la física cuántica, difíciles de digerir, nos dicen que todos formamos parte de un mismo ser, que la materia no existe si no es observada, que los procesos físicos son sólo probables y ocurren en la medida en que son observados, que la suma de experiencias humanas engrosa una conciencia universal …

Inevitable recordar a Teilhard de Chardin, quien predijo que la humanidad avanzaba hacia el Punto Omega, «una colectividad armonizada de conciencias, que equivale a una especie de superconciencia. La Tierra cubriéndose no sólo de granos de pensamiento, contándose por miríadas, sino envolviéndose de una sola envoltura pensante hasta no formar precisamente más que un solo y amplio grano de pensamiento, a escala sideral”.

¿Hablaba de la Red?

Al mismo tiempo, estamos asistiendo al estrepitoso fracaso del neoliberalismo. Porque no se puede seguir produciendo sin freno en un planeta de recursos limitados, con una población envejecida, con puestos de trabajo inestables y mal pagados.

Sabemos que estamos viviendo el final de una época, pero todavía desconocemos todo sobre la que viene.

Paul Mason, editor económico del canal británico Channel 4, afirma que la edad de oro del capitalismo en el mundo desarrollado se acaba.

En su libro “Postcapitalismo” advierte que las actuales tecnologías de la información son incompatibles con el capitalismo, en el que ningún producto puede ser gratuito.

El cambio ya ha comenzado, a medida de que nuevos tipos de economía (como la colaborativa) van sustituyendo paulatinamente a los dictados del mercado.

Poco a poco se van tejiendo redes como las que facilitan comprar y vender artículos usados, ofrecer el coche para viajes compartidos e intercambiar las viviendas para vacaciones. Surgen las monedas paralelas y los bancos de tiempo.

En su libro “La sociedad de coste marginal cero”, el futurólogo Jeremy Rifkin profetizaba que el capitalismo sería sustituido por el “procomún colaborativo”, un modelo económico en el que el capital social será más importante que el financiero, en el que compartir será más importante que competir, en el que los mercados perderán importancia ante las redes que conectan a miles de millones de personas y cosas y en el que los consumidores se convertirán en fabricantes de energía y bienes, en “prosumidores”.

Una sociedad sostenible en la que todos dispondremos de energía libre y gratuita, gracias a las placas solares en cada tejado; en la que los residuos se reciclarán en su totalidad y  las materias primas se aprovecharán al máximo.

Por su parte, Zygmunt Bauman, autor de “En el mismo barco” y padre del concepto “modernidad líquida” (porque considera que vivimos en una sociedad en la que se licúan todos los valores sólidos de antes: religión, familia, pareja, trabajo para toda la vida) predice que, en el futuro, todo el trabajo será automatizado y que el mundo, como una gigantesca cooperativa, distribuirá los recursos para que todos sus habitantes seamos mantenidos con vida.

En lo que coincide con Paul Mason, quien asegura que “una renta básica para todos es imprescindible”.

Ya Karl Marx, en 1858, imaginó en su libro “El Fragmento en las Máquinas” un mundo en el que el trabajo de las máquinas sería producir y el de los hombres sería sólo el de supervisarlas.

Y profetizó que la información sería almacenada y compartida en un “intelecto general”, la mente de todos conectada por el conocimiento social, en el que cada mejora beneficia a todos.

¿La Red, otra vez?

La mujer, como agente de cambio, está llamada a ejercer un rol protagónico en esta transformación de paradigma. Desde siempre se ha sentido identificada con la acción fluida, horizontal, de cooperación, que es uno de los pilares del ecofeminismo  y que se contrapone a los estamentos del poder patriarcal, rígidos, jerárquicos y verticales.

Por lo que la sociedad que se está perfilando será, seguramente, más femenina, más colaborativa, ecológica, tecnológica y solidaria.

Del 19 al 22 de abril se reunirán en Málaga, España, más de 400 expertos y varias organizaciones representativas de las nuevas economías en el Foro Global de Nueva Economía e Innovación Social (NESI).

Su objetivo es co-crear una narrativa común hacia una Nueva Economía centrada en las personas y orientada hacia el bien común, para que sirva de hoja de ruta a los gobiernos y las empresas.

Como se afirma cada año con optimismo en el Foro Mundial Social , “otro mundo es posible”.

Estamos al principio del camino…

 

 

Sufragistas marchando por Londres (1907)

Sufragistas marchando por Londres (1907)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las mujeres siempre hemos conectado profundamente con la naturaleza, sabedoras de que nuestra sangre se armoniza con las mareas, con los cambios de luna y de estación.

Durante la prehistoria aprendimos a recolectar los frutos y a guardar las semillas para volver a plantarlas, dando así comienzo a la agricultura. Pronto descubrimos las propiedades curativas de las hojas y las raíces y eso nos convirtió en las primeras médicas.

Parimos a los niños, cuidamos a los enfermos y amortajamos a los muertos. Siempre ocupadas en preservar y transmitir la vida, nutrimos y protegemos, hilamos la lana y la tejemos para dar calor a los nuestros.

Sin embargo, en casi todas las culturas actuales se nos considera ciudadanas de segunda categoría y se nos maltrata -y hasta asesina- para someternos.

Fue en 1792 cuando Mary Wollstonecraft, con su “Vindicación de los derechos de la mujer”, comenzó a defender el derecho al trabajo igualitario y a la educación de las mujeres, así como a su participación en la vida pública, iniciando con ello el movimiento feminista contemporáneo.

No fue hasta los albores del siglo XX en que las sufragistas, ridiculizadas por sus detractores y abriéndose paso a paraguazos para proseguir su marcha reivindicativa por las calles de Londres, consiguieron su objetivo.

Primero Nueva Zelanda y Australia en 1893, seguidas por Rusia en 1906, Noruega en 1913, Dinamarca en 1915, Alemania en 1918, Estados Unidos en 1920, Suecia en 1921, Gran Bretaña en 1928, España en 1931, Francia e Italia en 1945, aprobaron el derecho a voto de la mujer.

Pero no fue hasta 1981 que la Asamblea General de Naciones Unidas ratificó la “Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer”.

El año pasado, en octubre de 2016, las mujeres polacas, siguiendo el ejemplo de las islandesas en 1975, realizaron una huelga de un día, que tuvo mucha repercusión en todo el mundo.

Ese mismo mes, las mujeres argentinas bajo el lema “Ni Una Menos” organizaron un paro de una hora y movilizaciones masivas que repercutieron en América Latina y el Caribe.

Así surgió la convocatoria Paro Internacional de Mujeres (PIM), que convoca a una manifestación y paro para el próximo miércoles 8 de marzo, Día de la Mujer.

Agrupa a casi 30 países, incluyendo Argentina, Australia, Bolivia, Brasil, Chile, Costa Rica, la República Checa, Ecuador, Inglaterra, Francia, Alemania, Guatemala, Honduras, Islandia, Irlanda del Norte, la República de Irlanda, Israel, Italia, México, Nicaragua, Perú, Polonia, Rusia, Salvador, Escocia, Corea del Sur, Suecia, Togo, Turquía, Uruguay y Estados Unidos, además de muchos otros que están en contacto para unirse en un futuro próximo.

Bajo el lema “Solidaridad es nuestra arma” su proclama comienza diciendo: “Nosotras, las mujeres del mundo, estamos hartas de la violencia física, económica, verbal o moral dirigida contra nosotras. Y no la vamos a tolerar pasivamente. Somos solidarias y estamos unidas, en todo el mundo, para defender nuestros derechos humanos”.

Hace exactamente 2.428 años, en el 411 a C,  Aristófanes estrenaba su comedia “Lisístrata” en el Teatro Lenaico de Atenas, durante las fiestas dionisíacas, un antiguo recuerdo de las épocas matriarcales que habían durado más de 30.000 años, desde el Neolítico hasta el período micénico, en las que las mujeres habíamos regido los destinos del mundo.

En “Lisístrata” las mujeres de toda la Hélade, cansadas de la guerra y convocadas por Lisístrata, se rebelan contra los hombres y deciden no volver a tener relaciones sexuales con sus maridos hasta que éstos no hagan la paz.

Hoy la lucha es diferente, hoy defendemos nuestras propias vidas. Y nos rebelamos contra el  terrorismo doméstico que nos mata, los valores patriarcales que nos humillan, los sueldos inferiores que nos discriminan y la pornografía que denigra nuestra dignidad.

Las feministas de la segunda oleada, que llevamos más de 40 años bregando por la plena igualdad y que hemos contemplado cómo esta reivindicación avanzaba paso a paso, hemos tenido que esperar hasta el siglo XXI  para ver la presente marea planetaria, masiva, arrolladora, de la mitad femenina de la humanidad que clama por sus derechos.

“Las mujeres sostienen la mitad del cielo, porque con la otra mano sostienen la mitad del mundo”, dijo Mao Zedong.

Le faltó agregar que, unidas, somos imparables…

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Cuando los ingleses colonizaron la India descubrieron el maravilloso tesoro forestal de sus interminables bosques.

Y entonces comenzó la tala indiscriminada de árboles para la insaciable industria maderera, regenteada después por los propios indios.

Hasta que, en la década de 1970, comenzaron a verse las desastrosas consecuencias de la deforestación: los arroyos desaparecían, se producían grandes inundaciones con desprendimientos de tierras, las sequías se agravaban y había una mayor escasez de combustible y de alimento para el ganado.

Las campesinas indias, humildes y analfabetas, sabían bien que los bosques eran los que les proveía de todo lo necesario para el sustento: el agua, la comida, el combustible, el forraje y las medicinas.

Por lo que decidieron abrazarse a los árboles para evitar que los cortaran…

Y se enfrentaron con las manos desnudas a los poderosos intereses económicos de la, hasta entonces, principal industria de la India. También chocaron con sus maridos, que se quedaban sin sus principales ingresos.

Los funcionarios forestales las intimidaron y presionaron para que abandonaran su protesta. Les dijeron que eran unas tontas ignorantes,  pero ellas respondieron cantando juntas:

¿Qué dan los bosques?

Dan agua, tierra y aire puro.

Sustentan la Tierra y todo lo que ella da…”

Así nació el movimiento Chipko, que significa “abrazo”.

En 1978, unas devastadoras inundaciones demostraron que las mujeres Chipko habían tenido razón. Y en 1981 el gobierno prohibió la tala de árboles. Poco después, el movimiento Chipko, ya organizado, inició una campaña masiva de plantación.

Observando atentamente lo que pasaba, una joven universitaria que estudiaba física nuclear decidió unirse a las Chipko y se convirtió en una de sus principales activistas. Era Vandana Shiva.

Más tarde, Vandana compaginó su brillante carrera con la tarea de luchar por sus ideales. Física, filósofa y escritora, pionera del ecofeminismo, directora y fundadora de la Fundación para la Investigación de la Ciencia, la Tecnología y el Medio Ambiente, galardonada con el premio Nobel Alternativo en 1993, Vandana Shiva recorre el mundo dando conferencias a favor de la paz  y del cuidado de la vida.

El ecofeminismo, del que es abanderada, representa la convergencia entre la ecología y el feminismo, una síntesis tan antigua como la vida misma. Desde siempre las mujeres han estado a cargo de las tareas del cuidado y del mantenimiento de la vida.

Por eso Vandana Shiva se aleja del concepto feminista tradicional que pretende el “empoderamiento” de las mujeres. El control del poder es un concepto patriarcal, asegura, que se basa en la dominación de la naturaleza y de los seres débiles: mujeres, niños y animales.

Puntualiza: “La globalización es el clímax final del capitalismo que se va extendiendo, que alcanza sus límites. El capitalismo es racista y patriarcal, tiene miedo a todo lo que está vivo y es libre en sus propios términos: una abeja, una mariposa, un niño, una mujer, un hombre. La libertad le resulta amenazante y quiere aprisionarla.  Somete a las mujeres, acobarda a los niños, fumiga los insectos.  Si no lo frenamos, el patriarcado destruirá el planeta”.

Basado en la llamada “Nueva Ciencia” (la microbiología, la física cuántica, la cibernética, la teoría de sistemas y la teoría del caos) el ecofeminismo proporciona una visión más holística del cosmos, más próxima a la cosmovisión indígena, que concebía a la tierra y al universo como un tejido interconectado.

La Gaia griega, la Pachamama americana, la Diosa Madre de los minoicos , que está viva, nos contiene y nos sustenta…

Según el ecofeminismo el patriarcado y su sistema de jerarquías someten, explotan y aniquilan de la misma manera a la tierra y a la mujer. Por lo que propone una alternativa: la biocivilización, que reconoce los derechos de todas las especies y los derechos de la naturaleza.

“La tierra está viva , es sagrada y es la conexión entre todos los seres vivos”.

Vandana Shiva ha percibido que las mujeres campesinas están profundamente ligadas a los ritmos y ciclos de la naturaleza, que comprenden y respetan. Por lo que poseen conocimientos y habilidades muy valiosos para la construcción de la paz.

“Las mujeres producen, reproducen, consumen y conservan la biodiversidad, son las guardianas de las semillas desde tiempos inmemoriales. Generación tras generación, durante miles de años, las mujeres han sido las parteras de la agricultura. ¡Y ahora nos piratean las semillas! Grandes corporaciones como Monsanto las modifican y las patentan…”

Sonríe y agrega:

“Pero somos valientes. Cada vez que flaqueo, pienso en aquellas que abrazaban los árboles y me vuelve la fuerza. ¿De dónde viene esa fuerza? De la hierba que piso, de la Tierra misma. El poder de la naturaleza está en nosotras”.

 

 

 

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Había una vez un león apacible y majestuoso que vivía en el Parque Nacional de Hwange, en Zimbabue. A sus 13 años, este ejemplar (el más grande del país) era admirado por incontables visitantes a los que permitía acercarse y hacerle fotos.
Sus cachorros solían jugar con él confiadamente, subiéndose a su lomo y mordisqueándole la cola, sabedores de que Cecil, aunque agitara con reprobación su bella cabeza coronada por una melena negra, nunca reaccionaría con ira.
Por su noble carácter y su imponente presencia, Cecil, considerado el mejor exponente de su raza, era el león más amado de África.
Acostumbrado desde siempre a los seres humanos, que le habían criado y le seguían alimentando y protegiendo, jamás recelaba de ellos. Además, al vivir en un espacio protegido, no tenía el menor sentido de alerta. Portador de un radiocollar con GPS, Cecil estaba más que habituado a personas que no le hacían daño.
Por lo que les resultó muy fácil a los dos cazadores que le acechaban hace pocos días el atraerlo fuera del parque y herirlo con una flecha.
Cecil, malherido y desangrándose, trató de huir y de esconderse durante dos días de lenta agonía. Hasta que fue alcanzado y rematado a tiros. Luego le cortaron la regia cabeza para convertirla en un trofeo de caza y fue despellejado.
La noticia causó una gran indignación que pronto estalló en la prensa internacional y en las redes sociales.
El cazador furtivo fue identificado como Walter James Palmer, un dentista de Bloomington, Minneápolis, EE UU. Este odontólogo de 55 años, casado y con dos hijos, que anunciaba su clínica bajo el lema “Una sonrisa lo dice todo”, dedica su tiempo de ocio a una gran pasión, la caza deportiva.
En su perfil de Facebook afirma ser “un amante de la vida salvaje” y cuelga en su muro fotos con las piezas abatidas: rinocerontes, jaguares, venados, cabras, búfalos, alces y hasta un oso polar… Más de 50 trofeos que exhibe con orgullo y que asegura haber abatido tan sólo con arco y flechas, ya que se jacta de usar poco el rifle.
Tras haber pagado 50.000 dólares en el país africano para conseguir su último capricho, una cabeza de león para colgar en el salón, Walter Palmer acaba de ser acusado de practicar la caza furtiva, según la portavoz de la policía de Zimbabue, Charity Charamba.
El dentista se ha defendido alegando: «Que yo sepa, todo lo relacionado con mi viaje fue legal y adecuadamente contratado y llevado a cabo. Contraté a varios guías profesionales y conseguí todos los permisos adecuados. Además, no tenía ni idea de que el león que cacé fuera tan conocido, ni que fuera tan importante para el país», añade.
El cazador profesional Theo Bronkhorst, que le sirvió como guía, ratifica por su parte que contaba con todas las licencias necesarias y que esta práctica es legal. Sin embargo, Zimbabue ha presentado cargos contra ambos.
El karma del cruel y cobarde asesinato de Cecil ha comenzado a caer sobre Walter James Palmer, quien ya había tenido problemas con la justicia.
En 2008 había sido condenado a un año de libertad condicional y al pago de 3.000 dólares por haber matado ilegalmente a un oso negro en Wisconsin. Años antes también había sido denunciado por una mujer por acoso sexual y tuvo que indemnizarla con 130.000 dólares.
Si se comprueba que sobornó a los cazadores para realizar una caza ilegal en Zimbabue, no sólo sería juzgado en este país sino que también en EE UU podría ser enjuiciado por violación de leyes nacionales que prohíben este tipo de prácticas en el extranjero.
La congresista demócrata por Minnesota Betty McCollum, una activa defensora de especies en peligro, ha pedido una investigación aduciendo: “»Atraer con un cebo y matar a un animal amenazado como este león africano y considerarlo un acto deportivo no puede ser calificado como caza, sino como una vergonzosa muestra de despiadada crueldad. Prometo seguir luchando por aprobar leyes que protejan, en todo el mundo, a los animales amenazados y en peligro de extinción debido a la ‘caza deportiva’ bárbara en manos de las élites ultra ricas”.
El hombre que mató al león más querido de África es ahora, también, la persona más odiada de Facebook.
En la página web de su clínica, comentarios despectivos como «Asesino», «Eres un enfermo, busca ayuda», «Deberías avergonzarte» o «Mereces sufrir como el león» inundan su correo.
A las puertas de la clínica dental, ahora cerrada, la gente ha ido dejando peluches de leones u osos en señal de protesta. Muchos pacientes suyos aseguran que ya no se dejarán atender por él. Y hay quien opina que Palmer deberá cambiarse, ahora, de nombre y hasta de empleo…
Afortunadamente, los seis cachorros de Cecil, que se temía fueran muertos por su hermano y sucesor Jericho, han sido adoptados y protegidos por éste.
Y la triste muerte del rey de los animales no ha sido en vano, ya que también ha servido para destapar el siniestro negocio de la “caza enlatada” que se practica en los países africanos.
En un continente en el que quedan tan sólo 30.000 leones se practica esta nueva y terrible atracción turística, que consiste en cazar una pieza codiciada en un espacio reducido donde la huída o la defensa del animal resulta casi imposible, lo que equivale a fusilarlo.
A este efecto se crían leones en cautividad en granjas que proporcionan animales a la repugnante industria. Los cachorros son sustraídos a sus madres a las pocas horas de nacer y alimentados a biberón, con el propósito de que las hembras vuelvan a entrar en celo rápidamente y produzcan más retoños.
Estos cachorros, que se crían hacinados y acostumbrados a los humanos, suelen convertirse en reclamo para los ingenuos visitantes, que les dan el biberón y se sacan fotos con ellos a cambio de 5 €, creyendo que son huérfanos y que serán reintroducidos en la vida natural.
Cuando crecen, ya totalmente mansos, se ofrecen a los cazadores. Se conduce a los leones (previa inyección de tranquilizantes) al lugar donde acostumbran a comer y allí el “héroe” de turno se enfrenta al “peligro” dentro de su vehículo, cargado con armas de fuego y hasta con ballestas.
Fusilar a estos grandes gatos y llevarse el trofeo a casa cuesta un módico precio, unos 6.000 €, cuando cazar a un león en estado salvaje hubiera costado 60.000 €.
Las cifras hablan por sí solas: en Sudáfrica existen actualmente unas 160 granjas (que reportan al país unos 10 millones de dólares al año) donde se crían unos 5.000 leones destinados a sufrir este final abominable, por lo que la población de leones africanos ha bajado un 80 % y los trofeos de león exportados ha aumentado un 122 % .
España ostenta el siniestro honor de ser el país europeo con más trofeos de caza importados de África, unos 364 al año, aunque muy por debajo del gran cazador, EE UU, con 3.000 trofeos.
Australia ya ha prohibido esta importación, calificándola de cruel y bárbara, y ahora Europa también se lo está planteando.
Los defensores de esta práctica, como lo hacen los amantes de la tauromaquia, alegan que de esta manera se preservan especies como las del león o el toro bravo que, de otro modo, se extinguirían.
Pero los animalistas consideran inhumano y perverso producir y criar animales destinados a la tortura y a una muerte estremecedora simplemente para diversión del ser humano.
Ojalá que el sacrificio de Cecil haya servido para reavivar este debate y para erradicar de una vez por todas estos sangrientos crímenes contra la fauna salvaje que, desgraciadamente, muestran la cara más tenebrosa de la humanidad.

Ruth Buendía Mestoquiari

Ruth Buendía Mestoquiari

El pueblo Asháninka ocupa gran parte del territorio amazónico entre Perú y Brasil desde mucho antes del surgimiento del imperio inca.
Orgulloso de su cultura y motivado por un profundo sentido de libertad luchó a través de los siglos, primero contra la colonización española y después contra la peruana, ya que ambas pretendían desforestar sus selvas para vender la madera.
En 2008 consiguiò que el gobierno de Perú reconociera la lengua Asháninka como oficial y de enseñanza obligatoria en las escuelas de la provincia de Ayacucho.
Sin embargo, Perú y Brasil firmaron en 2010 (y sin el consentimiento de los pobladores originales) un acuerdo bilateral para instalar dos centrales hidroeléctricas y una exploración petrolera en la Amazonia, lo que significaba inundar más de 9 mil hectáreas y desplazar de sus territorios a unos 24.000 indígenas Asháninkas.
Un año más tarde, tanto los planes de construcción de las hidroeléctricas como el de la exploración estaban detenidos, gracias a la decidida oposición del pueblo autóctono liderado por Ruth Buendía Mestoquiari, quien por su brillante acción recibió en abril del 2014 el Premio Goldman.
Éste máximo galardón medioambiental premia cada año con 175.000 dólares a aquellas personas que luchan en condiciones totalmente adversas para preservar el equilibrio de los ecosistemas.
Ese mismo año Ruth también recibió el XXIII Premio Bartolomé de las Casas, una distinción internacional otorgada por la Casa de América como reconocimiento a su trabajo por los pueblos nativos.
Dotado con 50.000 euros, este premio iberoamericano lleva el nombre del fraile dominico y cronista español que durante el siglo XVI defendió con ardor y humanidad los derechos de los indios.
Una frágil mujer había logrado esa gran hazaña: contener las mayores amenazas que pesaban sobre el territorio de la Reserva Comunal Asháninka, un área de 184.000 hectáreas supuestamente protegida por el Estado, ese mismo Estado que había autorizado las concesiones.
Su mensaje, expresado cuando recibió los premios, ha calado hondo en las conciencias de quienes la escuchaban: “La selva es la casa común de todo, es un territorio íntegro. Cuando se juega con la vida de los pueblos autóctonos, se juega con la vida de toda la biodiversidad…”
Ruth, de tan sólo 36 años, se convirtió entonces en uno de los seis héroes del medio ambiente a nivel global. Toda la prensa internacional se interesó por ella.
Esta bella mujer indígena, que suele acudir a las entrevistas televisivas vestida con la túnica de su tribu y maquillada con achiote, contó su historia, un largo camino de coraje y tenacidad, así como de dignidad y amor a la justicia.
Desde los 12 años vivió todo el horror desatado por Sendero Luminoso.
En los años 90 estos terroristas se adueñaron de la región amazónica y Ruth vio como los suyos sufrieron esclavitud, violencia sexual y desplazamiento forzado.
Los Asháninkas murieron a miles, entre ellos y asesinado por la espalda, el propio padre de Ruth, a quienes los suyos confundieron con un terrorista.
La ahora presidenta de la Central Asháninka del Río Ene (CARE) y estudiante de Derecho recuerda así aquellos tiempos: “Lo más duro que he visto en mi vida ha sido la muerte de niños inocentes para doblegar a sus padres. Uno fue sumergido en agua hirviendo hasta que murió…”
La madre de Ruth consiguió huir con sus hijos y colocó a la niña como sirvienta en casa de una familia. Desde entonces Ruth se dedicó a estudiar en sus ratos libres.
Y, ya casada y madre de cinco hijos, fue elegida democráticamente como dirigente de su pueblo por una asamblea de hombres y mujeres.
“Algunos hombres pensaban que las mujeres somos incompetentes para estas cosas. Afortunadamente, tengo corazón de guerrera y se los he demostrado.”
Ruth puntualiza que los Asháninkas no se oponen a las inversiones: “No nos opondremos, siempre que se respeten el territorio, la cultura y las decisiones propias de las comunidades nativas. Siempre que haya consulta previa, información y atención del Estado en lo que respecta a la calidad en la educación, la salud y la justicia”, aseguró en una entrevista concedida a The Associated Press.
Preocupada por erradicar la tuberculosis y el analfabetismo de su gente, Ruth se esfuerza en estos momentos por conseguir que el gobierno peruano se implique más en el control de los territorios amazónicos, hasta ahora tierra libre para los narcotraficantes, forajidos y terroristas.
“Los militares dicen que la policía es la que debe ocuparse de los narcotraficantes. Pero la policía nunca llega…”
Sin embargo, mira con optimismo al futuro…
La asociación Kemito Ene, formada por labriegos Asháninkas productores de cacao, podría convertirse en el futuro (con apoyo de la CARE) en la primera cooperativa formada por miembros de esa etnia.
Las huellas milenarias de la cultura Asháninka hablan del hondo amor a la naturaleza que la anima desde los tiempos más remotos.
Como los petroglifos de origen amazónico que se encuentran cerca del río Tambo, uno de ellos el Totem del Tambo, un gran petroglifo con cara de mono.
Y también las palabras del relato con que describe su cosmovisión:
Nosotros creemos que el dios Sol vivo estaba siempre arriba, antes de que fuera este mundo. Como tiene poder, desprendió una partícula de su corona que se asentó en las densas tinieblas y poco a poco formó este mundo. De ahí crecieron las plantas y todas las cosas que hemos visto. De ahí salimos nosotros, los Asháninkas…

"Guernica", de Pablo Picasso

«Guernica», de Pablo Picasso

El primer avión apareció hacia las cuatro de la tarde, dejando caer algunas bombas. Quince minutos más tarde llegaron tres aeronaves más, volando muy bajo en formación triangular.
Era el 26 de abril de 1937, día de mercado en Gernika, ciudad santa de los vascos, y en ese momento de la Guerra Civil Española comenzaba el bombardeo sistemático que duraría tres horas.
Más de 31 toneladas de bombas incendiarias cayeron sobre la indefensa villa de 5.000 habitantes, provocando un incendio que no pudo ser sofocado durante varios días. El centro urbano quedó completamente arrasado y la casi totalidad de los edificios, destruídos.
La gente había corrido a los refugios, construídos apresuradamente unos días antes, algunos tan precarios que se desplomaron convirtiéndose en trampas mortales.
Muchos se escondieron en las fábricas, las bodegas o los sótanos de los edificios. Otros decidieron abandonar la villa y se ocultaron en el monte, entre los matorrales, en las huertas y en los caseríos, hasta en las zanjas.
Nunca se supo exactamente cuántas personas murieron ese día, ya que los escombros no se removieron hasta 1941.
Algunas fuentes hablan de más de mil muertos, otras de 600. Incontables víctimas quedaron heridas, asfixiadas o quemadas, varios miles sin hogar.
¿Quién estaba detrás de la masacre?
En un primer momento las fuerzas nacionales culparon a los ‘rojos separatistas’ y éstos a ellos, causando una gran confusión.
José Antonio Aguirre, Presidente del Gobierno de Euzkadi afirmó:
«Ante Dios y ante la Historia que a todos nos ha de juzgar, afirmo que durante tres horas y media los aviones alemanes bombardearon con saña desconocida la población civil indefensa de la histórica villa de Gernika reduciéndola a cenizas, persiguiendo con el fuego de ametralladora a mujeres y niños, que han perecido en gran número, huyendo los demás alocados por el terror».
A lo que respondió Francisco Franco: «Aguirre miente. Nosotros hemos respetado Gernika, como respetamos todo lo español”.
Hasta que el periodista británico George Steer se adentró entre las ruinas humeantes y comprobó que las bombas que no habían explotado daban testimonio de su fabricación alemana.
Entonces develó la verdad en una crónica que fue primera plana al día siguiente en el Times y el New York Times: los autores habían sido la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana, en apoyo a las sublevadas tropas franquistas.
La devastadora táctica militar empleada en Gernika había sido, en realidad, un ensayo de los bombardeos masivos que se aplicarían dos años más tarde durante la Segunda Guerra Mundial, según las cínicas declaraciones hechas por los propios aviadores alemanes e italianos.
El mundo enmudeció ante la barbarie.
Pocas semanas más tarde Pablo Picasso pintó su célebre cuadro “Guernica”, que simboliza los horrores de la guerra  (desde entonces un alegato antibelicista) y que fue exhibido por vez primera en la Exposición Internacional de París de 1937.
Alemania tardó largos años en reconocer la autoría de ese tremendo crimen contra la humanidad.
Recién en 1997, en el 60º aniversario del brutal atentado, el presidente de Alemania Roman Herzog envió una carta a los supervivientes en la que admitía la implicación de su país en el ataque aéreo de 1937 y les pedía perdón.
Los testigos supervivientes de la masacre le respondieron tendiendo la mano, en un generoso gesto de reconciliación, con esta emotiva carta: «Y nos lanzaron una lluvia de fuego, metralla y muerte. Y destruyeron nuestro pueblo. Y aquella noche ya no pudimos volver a cenar en nuestra casa, ni a dormir en nuestra cama. Ya no teníamos hogar. No teníamos casa. Pero aquel acto incomprensible para nosotros, no nos dejó un sentimiento de odio o de venganza, sino un deseo enorme, inmenso, de paz. El deseo de que aquello no debía suceder nunca más. Y que de las ruinas de lo que fue nuestro pueblo, debía surgir una bandera de paz para todos los pueblos del mundo”.
Hoy, cerradas ya las heridas del pasado, el Gernikako Arbola (Árbol de Gernika), un retoño del centenario roble símbolo de las libertades vascas (que resultara milagrosamente ileso durante el bombardeo), sigue erigiéndose como testigo inmutable del paso del tiempo y ofreciendo su manto de sombra a los Lendakaris cuando juran proteger a Euzkadi.

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Cuenta Jenofonte que un día Sócrates paseaba por un mercado de Atenas junto a uno de sus discípulos.
El maestro contemplaba con gran interés la variedad de mercadería que allí se ofrecía: joyas, telas, perfumes, cerámicas, dulces y licores.
Después se detuvo y le comentó a su compañero: “Ciertamente, no sabía que existieran tantas cosas que no necesito para nada…”
¿Qué necesitamos realmente para vivir?
Una vez se le hizo esa pregunta a un náufrago, rescatado después de haber pasado varios días en una balsa a la deriva, y contestó sin dudarlo: “Solamente unos sorbos de agua dulce…”
En nuestra sociedad consumista, derrochona y amante del placer inmediato cada día hay más gente que se hace esta pregunta: “¿Necesito realmente todo lo que compro, todo lo que poseo, todo lo que deseo poseer, todo lo que la publicidad me dice que debo poseer?”
Hay quienes se han rebelado contra este sistema de vida tan acelerado, complicado, estresante, compulsivo e insatisfactorio que llevamos.
Son los seguidores de la Simplicidad Voluntaria (o Downshifting) , que abogan por eliminar todo lo superfluo e innecesario de sus vidas, para liberar tiempo y recursos, para vivir un vida más consciente, libre y plena.
En su libro Voluntary Simplicity, Duane Elgin basa este movimiento en la filosofía estoica, en Epícteto exactamente.
Y nos recuerda que la vida austera y frugal había sido ya propuesta como modelo de sabiduría hace más de 2.000 años por Lao Tse, Platón, Aristóteles, Jesús y el budismo zen.
El movimiento de Simplicidad Voluntaria propone abandonar la idea de que para tener calidad de vida hay que acumular dinero, posesiones materiales y prestigio personal.
Al contrario, la fórmula consistiría en trabajar menos, querer menos y gastar menos. Reducir las actividades vitales a los elementos básicos, es decir, a las actividades o relaciones que realmente necesitamos o deseamos fervientemente.
Y prescindir de todo lo que sobra. Vivir más ligeramente, dejando de lado todas aquellas distracciones que nos alejan de una verdadera calidad de vida.
Ellos consideran que el valor que damos al dinero, al estatus y a la competencia envenena nuestras relaciones personales. La vida feliz será imposible mientras no simplifiquemos nuestros hábitos y no moderemos nuestros deseos.
Esta elección de la simplicidad inclina también hacia una forma de vida más natural, más respetuosa de la vida animal y de los ecosistemas.
Surgido al final de la década de los ochenta, este movimiento propone reducir tiempo de las labores para disfrutar más de nuestro entorno. Y así obtener más tiempo de ocio y de reflexión, de momentos compartidos con nuestros seres queridos.
Hoy está más cuestionado que nunca el postulado del neoliberalismo: un crecimiento económico ilimitado en un planeta de recursos limitados.
Porque si todo el mundo viviera como un europeo harían falta 3,5 planetas Tierra para solventarlo. Y 5, si lo hiciera como un estadounidense…
De ahí que ya se haya desechado la idea de ‘crecimiento sostenible’, dado que el crecimiento económico no es sostenible de modo alguno.
Por lo tanto, de la mano de la Simplicidad Voluntaria llega también la alternativa al capitalismo: la Teoría del Decrecimiento, surgida a comienzos de este siglo XXI.
Su ideólogo, el economista bretón Serge Latouche, profesor de la Universidad París-Sur, es un implacable crítico de la sociedad de consumo y de su cultura de usar y tirar.
Latouche sostiene que la única manera de frenar el deterioro del medioambiente, que amenaza seriamente el futuro de la humanidad, es vivir en una sociedad que produzca menos y consuma menos.
En su último libro, La sociedad de la abundancia frugal afirma: “Hay que trabajar menos para ganar más, porque cuanto más se trabaja, menos se gana. Es la ley del mercado. Si trabajas más, incrementas la oferta de trabajo, y como la demanda no aumenta, los salarios bajan. Cuanto más se trabaja, más se hace descender los salarios. Hay que trabajar menos horas para que trabajemos todos, pero sobre todo, trabajar menos para vivir mejor. Esto es más importante y más subversivo. Nos hemos convertido en enfermos, en toxicodependientes del trabajo. ¿Y qué hace la gente cuando le reducen el tiempo de trabajo? Ver la tele. La tele es el veneno por excelencia, el vehículo para la colonización del imaginario”.
¿Cómo podemos interiorizar y poner en práctica cuanto antes una manera de vida más simple, aquí y ahora?
He aquí algunos ejemplos:
. Eliminar el exceso de posesiones y de actividades que produce desorden físico o mental.
. Limitar el consumo de bienes materiales a aquellos que realmente necesitamos.
. Trabajar en algo satisfactorio y creativo.
. Reciclar y compartir.
. Vivir de manera natural, compasiva hacia todos los seres vivos y solidaria con otros humanos.
. Ser autosuficientes en nuestras necesidades diarias y practicar el intercambio.
. Desplazarnos en transporte público, en bicicleta o andando.
. Tener una sola cuenta bancaria, una sola tarjeta de crédito y pagar siempre en efectivo.
. Hacernos socios de una biblioteca para no comprar, en lo posible, libros ni revistas.
. Reducir el estrés y la aceleración todo lo que se pueda.
. No llevar reloj, si uno no lo necesita.

Porque, como aconsejó el sabio Mahatma Gandhi, quien hilaba en la rueca el algodón para su propia ropa para no ser más que el pobre más pobre de la India: “Necesitamos vivir simplemente para que otros, simplemente, puedan vivir”.

Wascham

Wascham

Una pequeña víctima de la guerra de Siria, Wascham, de 3 años, murió poco después de tomarse esta foto en el hospital donde los médicos trataban de curarle las heridas.
Mientras agonizaba les dijo a los adultos que le rodeaban: “Cuando muera, le contaré a Dios todo lo que ustedes han hecho …”
Por supuesto, los médicos no eran responsables de tamaña barbarie. Pero ¿quién lo es? ¿Acaso somos los demás tan inocentes como creemos?
Según Unicef, unos 15 millones de niños en todo el mundo se han visto atrapados en conflictos bélicos durante 2014. Cada año, las guerras matan en el mundo aproximadamente a unas 250.000 personas. Millones se ven obligadas a abandonar sus hogares y convertirse en refugiadas en otros países.
La guerra se ceba especialmente en las mujeres y las niñas, que si bien no son las que más mueren en combate, sufren en cambio hambre y violaciones o se ven obligadas a contraer matrimonios forzados para sobrevivir o para alimentar a la familia.
Sin armas no habría guerras… ¿Quién las proporciona?
La industria armamentística, un negocio global que mueve alrededor de 1,5 billones de dólares al año en todo el mundo.
Los seis exportadores de armas más importantes son, llamativamente, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU: Estados Unidos de América, Rusia, China, Francia y Reino Unido, aunque otros grandes comerciantes son también Alemania, Israel, Italia, Suecia, Sudáfrica, España, Bélgica y Ucrania.
¿Quién las compra? Pakistán, China, Emiratos Árabes y Arabia Saudita, entre otros.
¿Dónde se utilizan? En las guerras recientes de Ucrania, Irak, Gaza, Siria y Libia, así como en otras que vienen de lejos como las de Afganistán, Somalia, Mali, Sudán del Sur y República Centroafricana.
O sea que, en líneas generales, los países más desarrollados producen armas, que son compradas por países emergentes, para ser utilizadas en países subdesarrollados…
La pregunta obvia que la gente se hace es ¿por qué, si se sabe de lo nefasto y brutal de las guerras, se sigue fabricando y vendiendo armas? ¿Acaso no ha habido ya demasiado dolor?
Según Jordi Calvo Rufanges, catedrático de la Unesco, las amenazas a la seguridad (reales o ficticias) sirven a los gobiernos para justificar el gasto público militar y la fabricación de armas, así como su comercio y financiación.
Es así como somos los contribuyentes quienes dedicamos un porcentaje de nuestros ingresos a su mantenimiento. En el caso de España, el 4% de los Presupuestos Generales del Estado, que en 2014 fue de unos 16.500 millones de euros. También se destinan otros 23.000 millones de euros en forma de crédito para la industria militar.
Que, por supuesto, no le bastan. El resto lo ponen los bancos privados…. con nuestros ahorros.
Algunas de las organizaciones pacifistas más importantes de España ( la Asociación Española de Investigación para la Paz (AIPAZ), el Centre d’Estudis per la Pau J.M.Delàs, Justícia i Pau ó la Càtedra UNESCO sobre Pau i Drets Humans, entre ellas) han denominado “Banca Armada” a los bancos que colaboran con el complejo militar industrial.
Estos son, en orden de importancia:

1. BBVA (3.626.568.802 €)
2. Santander (1.723.751.052 €)
3. Bankia (392.516.426 €)
4. Banca March (177.415.618 €)
5. Liberbank (92.764.436 €)
6. Caixabank (37.447.993 €)
7. Catalunya Caixa (ahora BBVA) (31.960.000 €)
8. Banco Sabadell (25.503.453 €)
9. Banco Popular-Pastor (21.883.030 €)
10. Ibercaja-Caja 3 (20.755.411 €)

Unos 7.000 millones de euros les fueron otorgados a la industria militar en plena crisis, cuando el crédito a las familias y las pymes estaba prácticamente congelado. Cifra que alcanza alturas vertiginosas, unos 113.000 millones de euros, si se suma a la banca extranjera en España: BNP, Deutsche Bank, Citibank, Barclays Bank, ING, Bankinter o aseguradoras como Allianz, AXA o AIG.
Lo que significa que no sólo con nuestros impuestos sino también con nuestros ahorros los españoles financiamos, sin quererlo, la industria militar.
Dado que el índice de endeudamiento medio de ésta suele llegar al 73 %, sin ayuda de los bancos privados las fábricas de armas no podrían mantenerse.
Sin financiación, las empresas de armamento en el estado español sólo alcanzarían a la cuarta parte de su producción.

Lo que, extrapolado a nivel mundial, significa que, sin dinero privado, habría cuatro veces menos armas en todo el planeta. Cuatro veces menos guerras, cuatro veces menos sufrimiento humano…

Pero el dinero no tiene corazón. Mientras fabricar armas sea un buen negocio siempre habrá banqueros dispuestos a respaldarlo.

Afortunadamente, la gente de buena voluntad se está organizando para erradicar este monstruo milenario, la guerra.

Desde la web Bancaarmada.org se están lanzando campañas para que sus clientes presionen a estas entidades financieras, especialmente al Grupo BBVA y Banco Santander, para que cancelen sus inversiones en empresas de armamento y para que opten por prácticas más éticas.
Otra iniciativa muy importante ha sido la aprobación, el 2 de abril de 2013, del Tratado sobre el Comercio de Armas por parte de casi todos los países miembros de la ONU, con tan sólo los votos en contra de Irán, Siria y Corea del Norte.
Este Tratado prohíbe a los Estados transferir armas convencionales a otros países si saben que van a ser utilizadas para cometer genocidios, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra o facilitar su comisión.
Entrará en vigor dentro de pocos días, el 25 de diciembre de 2014 y se cree que será una medida decisiva para detener las atrocidades sin medida cometidas hasta ahora.
Tal vez entonces, y sólo entonces, el pequeño Wascham pueda descansar en paz…

barrer ¿Quién era aquella anciana señora alemana que insistía en barrer el desierto? ¿Por qué quitaba una y otra vez el polvo que, empecinadamente, el viento pampeano volvía a depositar sobre los surcos?
La historia comenzó en 1931, cuando el cónsul alemán de Cuzco, Perú, puso un anuncio en los periódicos solicitando una institutriz para sus hijos.
Entre más de 80 candidatas eligió a Victoria María Reiche Neuman, nacida en Dresde en 1903 y licenciada en magisterio por la Universidad de Hamburgo.
Finalizado su contrato con el cónsul en 1934, María decidió permanecer en Perú como profesora de alemán. En el concurrido salón de té de la aristócrata inglesa Amy Meredith conoció, poco después, al arqueólogo norteamericano Paul Kosok, quien le encargó la traducción de textos científicos.
En 1941 María acompañó a Kosok a la Pampa de Nazca, en el km 419 de la Panamericana sur, y quedó sobrecogida con la agreste belleza del lugar y con las misteriosas líneas trazadas en su suelo.
Los más de 800 increíbles dibujos del milenario pueblo Nazca, tan gigantescos que eran sólo visibles desde el cielo, sacudieron profundamente a Victoria María.
¿Cómo, en una época en la que no existían los aviones, habían podido ejecutarse con tamaña perfección? ¿Qué representaban y a quiénes estaban dirigidos? A partir de ese día, María Reiche sólo se dedicó a una tarea: investigar el misterio.
Advirtió que las líneas y figuras era atravesadas continuamente por vehículos y transeúntes, que las iban borrando. Para preservarlos, se fue a vivir a una cabaña sin agua ni corriente eléctrica a pocos kilómetros de Nazca.
Cada noche (debido al insoportable calor del desierto durante el día), durante años, barrió con una escoba el polvo y las piedras que cubrían los surcos, para que pudieran verse con claridad los dibujos y las líneas. Con esa misma escoba espantaba a los niños y a los jóvenes que osaban pisarlos y que la consideraban una bruja loca.
Pasó hambre, alimentándose durante días enteros con un poco de pan con margarina. Tenía un solo vestido y se cubría los pies con calcetines y unas sandalias. Pese al tremendo frío nocturno del desierto llegó a dormir sobre los surcos, preocupada de que pudieran pisarlos mientras ella descansaba.
Sola, cargando los instrumentos de medición y una escalera de mano, sin llevar provisiones, midió casi mil líneas, recorriendo el desierto de arriba abajo.
Entre otros, identificó los geoglifos del Colíbrí (66 metros), el Pájaro Gigante (300 por 54 metros), la Araña (46 metros) y el Árbol.
Un día, descubrió algo impresionante: si uno se paraba en la cabeza de la figura de la Parihuana (flamenco de 300 metros) durante una mañana del 20 al 23 de junio y se seguía con la mirada la dirección del pico, se podía observar con nitidez la salida del sol, exactamente en un punto del cerro ubicado en esa dirección. Por su parte, el pico de la figura del Colibrí apuntaba a la posición que tenía el Sol el 22 de diciembre, o sea el solsticio de verano en el hemisferio Sur.
María Reiche percibió, también, que los cuatro dedos del Mono coincidían con las fases de la Luna, mientras que la Araña se relacionaba con la constelación de Orión.
Entonces, tuvo una revelación: las líneas pampeanas representaban el calendario astronómico más grande del mundo, mediante el cual el primitivo pueblo Nazca observaba los movimientos de los cuerpos celestes y calculaba los tiempos exactos para sembrar y para cosechar. (En años posteriores también se especuló con la posibilidad de que fueran pistas de aterrizaje para alienígenas…)
En 1948 María publicó la primera de las numerosas obras que escribiría sobre sus descubrimientos. Poco tardaron los turistas en sobrevolar la zona en avionetas. María les rogaba que la llevaran, para contemplar los surcos desde el aire, pero nadie se lo permitió. Al final, un fumigador accedió a transportarla y, poco después, María se hizo atar al patín de un helicóptero para poder fotografiar Nazca desde fuera de la cabina.
Ella sola construyó un mirador de 74 metros de altura, para que las personas interesadas pudiesen apreciar las líneas y figuras. Aunque el acceso al mirador era completamente gratuito, María pagó, de su propio y exiguo bolsillo, a un vigilante para que lo cuidase.
Al principio, los lugareños se reían de Victoria María y, creyéndola desquiciada, la llamaban “la mujer que barre el desierto”. Con el tiempo, llegaron a reverenciarla casi como a una santa.
En 1992 el gobierno de Perú, denominándola “Ilustrísima Dama de las Pampas” le otorgó la nacionalidad peruana, en reconocimiento a su arduo trabajo de investigación y preservación. También recibió la Orden al Mérito por Servicios Distinguidos y cinco títulos de Doctora Honoris Causa.
Poco más tarde, en 1994, las Líneas de Nazca (que datan del año 300 a.C al año 500 d. C.) fueron reconocidas por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
“Quiero”, afirmaba María, “convertir a mi obra en un instrumento para eliminar las injusticias. Y para que los peruanos –que son gente de cualidades culturales, morales y físicas especiales– recuperen su propia estimación. Siempre les digo: yo soy chola, porque me siento muy unida a los cholitos, sobre todo ahora que tengo la nacionalidad peruana».
El 8 de junio de 1998 María Reiche, enferma de Parkinson y casi ciega, falleció de un cáncer de ovarios. Tenía ya 95 años, pero hasta el final de su vida siguió investigando y publicando. Sus restos descansan hoy en el mausoleo que se erige junto al Museo María Reiche, en Nazca.
Su hija adoptiva y continuadora de su obra, Ana María Cogorno, cuenta que María, al poco tiempo de llegar a Nazca, sufrió la infección del dedo medio de la mano izquierda, que debió ser amputado. Cuando en 1952 descubrió que la figura del Mono había sido dibujado con nueve dedos quedó profundamente impresionada y con la certeza de que ella estaba predestinada a cuidar de los increíbles surcos de la Pampa de San José.
Una pasión expresada en sus propias palabras: «Tengo definida mi vida hasta el último minuto de mi existencia. El tiempo será poco para estudiar la maravilla que encierran las pampas peruanas, allí moriré. ¡Todo por Nazca! Si cien vidas tuviera, todas las daría por Nazca. Y si mil sacrificios tuviera que hacer, los haría, si por Nazca fuera”…