El próximo domingo 7 de junio 375 millones de ciudadanos de 27 países estamos convocados a las urnas con el fin de elegir representantes para el Parlamento Europeo.
Pero se teme que muchos de nosotros no acudamos a esta cita democrática y que se produzca una abstensión masiva.
A lo que podría añadirse el castigo de los ‘votos protesta’ y de los euroescépticos, quienes, unidos a los abstencionistas, podrían hacer tambalear los cimientos de Europa.
Las razones son varias.
La principal, por supuesto, es la crisis económica que ha hundido al continente en la recesión.
Otra consiste en la escasa información que los principales partidos políticos ofrecen al ciudadano sobre las decisiones que se toman en las altas esferas europeas, las que se perciben como remotas.
El ciudadano de a pie se siente desconectado de ellas y se desentiende de sus resultados.
El director del Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Gante, el politólogo Hendrik Vos, afirmaba hace poco, con una pincelada de humor, que la Unión Europea se parecía un poco a Dios en el sentido de que los europeos perciben que, en algún lugar sobre sus cabezas, alguien, no se sabe cómo, decide extrañas leyes que tarde o temprano hay que acatar.
Se acatan como se puede, claro está, porque, agrega Vos, “los caminos del Señor son inescrutables y los de la UE tampoco son precisamente sencillos”.
La desilusión de muchos europeos se hace sentir…
Sin embargo, éste no es momento de juzgar ni de evaluar, sino de reaccionar.
Es verdad que la Unión Europea adolece de muchos defectos haciéndome recordar, en muchos sentidos, al templo de la Sagrada Familia de Barcelona, siempre por acabar.
Pero no por ésto hay que derrumbarlo sino que se debe continuar construyéndolo, con fe y con perseverancia.
Los europeístas, los que seguimos maravillándonos con que el Viejo Continente que se desangró en dos trementas guerras mundiales en el siglo pasado haya sabido superar sus odios y logrado levantar este enorme edificio de paz y democracia, debemos mantenernos unidos.
Los peligros acechan a la Unión.
Hace tiempo que la derecha es la fuerza predominante en el Europarlamento y, desde las sombras, esperan su turno pacientemente los grupos ultraradicales, extremistas de una y otra tendencia, para hacerse con el poder.
Los internautas, anticipando que una coalición conservadora podría privarlos de su libertad en la Red, ya se están organizando para prevenirla.
Tampoco (y desde aquello tan androcéntrico de “los Padres de Europa”) la UE mantiene una buena política igualitaria, ya que sólo el 23 % de los miembros del Parlamento Europeo y el 34 % de los Comisarios son mujeres, lo que habla de su escasa legitimidad democrática.
Y mejor no recordar su exceso de burocracia y de intervencionismo, que lo convierte en un pesado elefante gubernamental al que le falta la agilidad de movimientos tan necesaria en un momento de la historia extremadamente cambiante como el actual.
En un mundo que se ha vuelto multipolar y donde las decisiones económicas han dejado ya de tomarse en el G 8 para resolverse en el G 20 esta torpeza junto a la disparidad de políticas exteriores pueden llevarla a distanciarse de los otros polos de poder para ocupar un lugar menor en el concierto de naciones.
Debemos recordar que la democracia y el Estado del Bienestar obtenidos y disfrutados por España durante los últimos 25 años hubieran sido imposibles sin la tutela y los recursos económicos de Europa.
Darle la espalda ahora podría resultar suicida.
Ir a votar y, con ello, forjar la Europa que queremos, será la mejor manera de evitarlo.
. Votar por Europa
junio 3, 2009 por María Eugenia Eyras
well.. it’s like I thought!
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